TARTUFO. DIáLOGO ENTRE EL PRESENTE Y EL PASADO

Pedro Alberto Cruz, Consejero de Cultura y Turismo de la Región de Murcia, publicó el pasado sábado 7 de noviembre, en el diario La Razón, una critica de nuestro espectáculo TARTUFO, con motivo de la presentación del mismo en el Festival Internacional de Teatro Iberoamericano de Cádiz.
El seguimiento que ha realizado de los espectáculos de la compañía en los últimos años, le ha permitido realizar esta lúcida y contundente reflexión estética sobre el trabajo de Alquibla y de su director.
Queremos expresarle nuestro más sincero agradecimiento
Alquibla Teatro


TARTUFO

La Razón, sábado, 7 de noviembre de 2009
Pedro Alberto Cruz Sánchez

El pasado 26 de octubre, y dentro del programa de la edición de este año del Festival Iberoamericano de Cádiz, la compañía murciana Alquibla Teatro presentó el trabajo elegido para conmemorar su 25 aniversario: el Tartufo, de Molière. Desde sus primeros trabajos, Alquibla –y, más concretamente, su director, Antonio Saura- ha pretendido desenvolverse en una fina línea que constituye la quintaesencia de la modernidad española: la de una <<vanguardia transitiva>>, en virtud de la cual el lenguaje clásico se <<pervierte>> mediante su proyección en el presente, y la actualidad se muestra porosa a las enseñanzas de la tradición. Lo que Saura ha propuesto, desde el inicio de su producción, allá por 1984, es un diálogo entre el presente y el pasado, que ponga en crisis la compartimentación estricta y maniquea entre vanguardia y tradición. Naturalmente, esta ausencia de decantación conlleva que la no existencia de un público potencial definido para las propuestas de Alquibla, y, por ende, la localización de éstas en una tierra de nadie lo suficientemente valiente como para resultar, por momentos, incómoda e inasible.
            Tartufo –toda vez que se han trazado los límites del marco de comprensión en el que hay que interpretar el lenguaje de Alquibla- no supone sino una constatación avanzada y radical de este deslindamiento de lo experimental y lo clásico que se acaba de exponer. La apuesta explícita por una estructura narrativa clásica se ve constantemente (auto)cuestionada por una concepción un tanto <<gamberra>> del texto de Molière, que conduce a Saura a situar el desenvolvimiento del relato en el terreno y la situación que más le place: la del continuo desbordamiento de las expectativas que el propio clasicismo pudiera levantar en el espectador, por medio de operaciones de <<saturación>> lingüística y expresiva de las diferentes escenas. Es esta la causa por la que las referencias a la comedia musical, el vodevil, el teatro del absurdo, la sátira política, e incluso el kitsch se superponen al soporte clásico a modo de <<suplementos discursivos>>, que terminan por colmatar el marco de referencia inicial, hasta pervertirlo de un modo definitivo. Este ejercicio de saturación de lo clásico por lo contemporáneo que distingue la labor de Saura resulta, en su concepción global, mucho más efectivo a la hora de cuestionar la vigencia de determinados códigos de representación, en la medida en que supone dar cuerpo a una crítica que se realiza <<desde dentro>>, desde el conocimiento profundo e irrenunciable del objeto de reflexión.

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